Sábado 23/10/2010: Ánimas 2010 - Seguimiento OREJANO on-line

HORA 15:10
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Cerrando la carrera, llega el equipo OREJANO a la meta. Según la Organización que los contactó, estuvieron varias horas perdidos. Esperaremos por conocer los detalles en las próximas horas, tendremos que ser pacientes. Ahora no llamamos ni locos, tras tantas horas de carrera y tantas peripecias, hay que aguantarse la curiosidad.

HORA 13:30
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Luego de 26 horas de competencia ininterrumpida, OREJANO es el único equipo en carrera que falta llegar a la meta. La organización manifiesta que están perdidos, pero que están bien.
Si, bien calentitos deben estar, jajaja...

HORA 11:00
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Diversos equipos van llegando a la meta, otros quedaron descansando en PCs anteriores, luego de abandonar. No hay aún noticias sobre la suerte del equipo OREJANO.
CHIPS abandona la pelea, junto a MOMIAS, derrotados por el PC 16.


HORA 07:00
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OREJANO seguiría buscando el PC13, según la organización, mientras que CHIPS intenta localizar el PC16.


HORA 05:00 - 06:00
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OREJANO está buscando el PC13, según lo que informa la organización. Están algo perdidos pero están ok, son lo únicos que faltarían pasar por el PC13. Suponemos que son los últimos que podrían hacer el recorrido completo, los demás que vienen dentrás ya tendrían el recorrido cortado.


HORA 02:04
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El equipo CIMARRONES, constituido por los amigos Leo Yozzi y Pablo Lapaz llegan a la meta, son los ganadores de la general, con recorrido completo. Felicitaciones !!!


HORA 18:30
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A 7 horas de la largada, el Equipo Nº 6 OREJANO, integrado por Diego González y Gabriel Aramburu aún están posicionados dentro del pelotón de los equipos de avanzada, en la posición 17, manteniendo una gran ventaja sobre el resto de los expedicionarios que vienen bastante detrás.

Una foto del Twitter on-line de la organización los muestra comiendo y descansando en el PC7, ya a punto de arrancar nuevamente para comenzar a enfrentar la noche en medio de las sierras. La verdad, una experiencia totalmente envidable, hay que ser nabo para no estar allí !!!! O no tener un mínimo de entrenamiento !!!! Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr !!!!!!!!!!!!

Acabamos de mantener un contacto telefónico con ellos, estaban muy bien de ánimo, plenamente concientes de que ésto recién comienza.

Siendo casi las 19:00 ya se dan los primeros abandonos en el PC4, los equipos de la vanguardia ya están transitando por el Abra de Castellanos o quizás intentado llegar a ella, para dirigirse a los PCs del este de la sierra.

Desconocemos el resto de los PCs, pues en la precaria foto que publicaron del circuito se ve solamente hasta el PC8 y luego 13 y 14.

Sea como sea, van a recorrer y conocer piedra por piedra toda la Sierra de las Ánimas !!!

Ampliaremos...

ISO Monte Ánimas 2010 - Éxito total - Todos ilesos

(la mayoría son obtenidas por Victorio, muchas gracias !!!)

Los diez expedicionarios nos reunimos en Pando , sobre las 22:45 del viernes 01/10/2010, para partir hacia el Abra de Castellanos, vía Solís de Mataojo, tal cual estaba previsto a último momento.

Luego del reacomodo de los autos al llegar a través de unos caminos de balastro siniestros, máxime a esa hora, logramos dejar uno al inicio y otro al final de la travesía.

Terminamos partiendo desde la portera de la zona de pruebas del Ejército Nacional sobre la 01:00 AM del sábado, con una lluvia persistente que comenzó precisamente al inicio de la aventura y que luego nos acompañó inseparable, casi hasta el amanecer. A esta altura la lluvia en la noche es algo cotidiano, no falta nunca. Qué la parió !!!
Carteles y advertencias varias, restos de campamentos militares recientes, casetas de práctica de tiro, tanques de combustible abandonados y dispuestos como posibles objetivos, todo fue poco respetado a nuestro paso. Por momentos, con el viento en contra al ascender, venían ráfagas de alcohol en el aire, el cual fluía de nuestros recipientes de bebida energético-espirituosa.

Tampoco se tomó especial conciencia del hallazgo de cierta cantidad de cápsulas de proyectiles de alto calibre que vimos y por supuesto recolectamos, granadas -supuestamente de humo y supuestamente ya utilizadas-, y unas cuántas decenas de metros de mecha por doquier, usadas y no tanto. Tomamos un par de metros, como para ayudar a encender un fuego más tarde, quién sabe, no? Ya veníamos con malos antecedentes al respecto y otra vez la lluvia, para colmo.

Y los muchachos de verde habían visto pasar los dos autos juntos una y otra vez por delante de sjus narices, de su campamento sobre el balastro de entrada. Apenas se recortaba la silueta de las tanquetas y las carpas militares en la penumbra. Increíble verlos allí, "¿Justo hoy de maniobras, muchachos ?" Nosotros ibámos y veníamos con los autos por delante de sus narices.
Pero no tuvimos ningún problema. Nadie nos fue a interceptar para sacarnos de allá dentro, ya situados en el propio corazón del Abra de Castellanos.

Mucho frío y lluvia, obviamente no les daba para tirarse hasta allá por tres nabos. Esos locos de los autos que andaban por allí seguramente estarían perdidos, no irían a meterse en la boca del lobo y mucho menos a esa hora.

Nuestras "maniobras" no podrían ser premeditadas. Y bueno, se confiaron. Y así de esta forma también se puede llegar a perder una guerra.

Nos colamos por el flanco norte de su defensa, incursionamos en su territorio con nuestros machetes y banderas en alto. Sedientos de victoria -y de un poco de vino-, una vez dentro del monte, ya era tarde para reaccionar.

Solo el helicóptero del Pepe podría haber intentado alguna defensa o siquiera detección de nuestra incursión.

Una liebre y un zorro intentaron detenernos ya casi al inicio sobre el balastro, pero veniamos como un cohete ambos bólidos, con demasiado retraso como para siquiera parar a saludarlos. Salvaron sus vidas de milagro y nada más.

Rumbo a la -maldita- cumbre del -maldito- Cerro Cueva del Tigre, recorrimos zonas de prueba de explosivos, esquivando cráteres que apenas asomaban en la oscuridad, entre una infinidad de rollos de mecha, lingas de acero, rastros de explosiones sobre las propias rocas del cerro, etc.
A las 02:00 AM dejábamos las construcciones derruidas por tanto disparo y explosión. Y luego, ya más cerca de la cumbre del cerro, todo aquello estaba muy inestable. A nuestro paso caían pequeñas rocas entre los riscos, las cuales demoraban interminables segundos en tocar el fondo de quién sabe qué. Cada pasaje de una roca a la otra era toda una aventura en sí. Cada uno de nosotros lo resolvía con una pirueta distinta. Manos y pies al máximo, cuidando el resbalón hacia quién sabe donde, dentro de esos oscuros huecos.

Una sensación increíble, máxime a las 3:00 AM y todavía lloviendo, como siempre.
Muy resbaloso, ventoso y con una incertidumbre total de por dónde subir. Tal fue así que prácticamente en el tramo final, cada uno de nosotros decidió trayectorias separadas. Nos reunimos allá arriba nuevamente, íbamos llegando en pequeños grupos, hasta donde se pudo subir y rápidamente iniciamos el descenso para el Cerro de Aguiar. La lluvia y el viento no invitaban a quedarse más rato quieto.

Mucho monte, con idas y vueltas, lluvia, espinas, viento frío, siempre circulando a machetazo limpio y muy al final, por algún claro reducido, intercalado entre monte y monte. Seguro que en futuras actualizaciones de Google Earth, figurará el rastro de los nuevos senderos que hemos creado para beneficio de toda la humanidad.
El cielo estaba tan encapotado que a pesar de respetar casi al unísono la orden de apagar todas las luces, nos costaba unos cuantos segundos divisar las demás cumbres vecinas como para enfilar hacia ellas, para no tener que sacar -y mojar- nuestros mapas y brújulas.

Diego ya conocía bastante el terreno desde la semana anterior, los destinos los tenía claros, simplemente ahora variaría un poco por dónde los abordáríamos, con respecto a su travesía anterior con Gabriel.

Llegamos al fin a la parte despejada de la base del Cerro Aguiar, luego de trasponer uno de los dos peores capítulos de la aventura, este era el primero: El monte nocturno entre esos cerros, el Cueva Del Tigre y el Aguiar.

Algunos subimos a la cima, otros quedaron a media altura, sobre un alambrado. El frío había comenzado a hacer estragos. Nadie podrá saber qué hubiera sido preferible, si quedarse a aguardar el regreso por unos cuarenta y cinco minutos, o tirarse hasta la cumbre, pues frío hacía en todos lados y en ambas opciones.

Abajo al quedarse quieto -transpirado por dentro y mojado por fuera- debe haber estado tan espantoso como al mantenerse subiendo, en movimiento pero con un viento helado bastante mayor.

Luego de despertar bruscamente a unas cuantas vacas que increíblemente dormían en la propia ladera empinada del cerro, tal vez buscando abrigo del viento, llegamos a la cumbre, apagamos nuestras luces y allí Diego nos indica que no era así: atrás nos esperaba otra cumbre, la verdadera.

Cerro traicionero, no se dejaba ver de una nomás, mucho menos a esa hora. Apenas habíamos ascendido, aparecieron las luces de Solís de Mataojo y también las inconfundibles del cinturón luminoso de Punta Del Este. Pero al rato de seguir ascendiendo todo desapareció, las nubes quedaron debajo nuestro, lo que nos provocó una curiosa sensación de aislamiento, ya no se veía nada, ni siquiera las luces de nuestros compañeros allá bajo. En definitiva, ya la primer cumbre los había tapado. A ellos y a nosotros. Por ello, la interrupción del minucioso seguimiento de ellos los hizo pensar que estábamos bajando el cerro por el otro lado. Tenían que ser pelotudos estos locos allá arriba, ¿no? Noooo, nada que ver.

Recordamos especialmente el pasaje de partículas húmedas delante de nuestras luces, era como una llovizna horizontal minúscula, de aspecto muy curioso al pasar delante de nuestros leds. Seguramente eran las propias nubes que nos estaban cruzando, guiadas por un viento constante.

Volvimos a bajar casi a ciegas, por caminos que no coincidían con los del ascenso, hasta lograr divisar las salvadoras luces de nuestros compañeros, bastante apartadas del camino que naturalmente hubiéramos tomado por sí solos para regresar a ellos.

El ánimo general ya había bajado muchísimo por el viento, la lluvia y el plantón. No quedó claro por qué nos separamos, por qué algunos subimos y otros no, casi sin hablarnos.

Las consecuencias de un día de trabajo normal con un cierre de jornada anormal, también hacían estragos, con bostezos cada vez más frecuentes.

Al rencontrarnos decidimos parar por allí a comer algo, una fast-food, nada de asados ni chorizos ni nada, cada uno se arreglaría con lo que se trajo. Diego y Fernando abrieron una madriguera en medio del cerrado monte, pues en las zonas despejadas no se soportaba el viento frío de las sierras.

Intentamos un pequeño fuego allí mismo, dentro del monte, la no propagación estaría asegurada, llovía incluso dentro del propio monte. Al mover las ramas para extraer ramas secas, como combustible inicial, nos empapábamos aún más.

Y en definitiva logramos prenderlo, con un "Observador" del lunes, un par de envoltorios de barritas, una bolsa de papel de panadería, cuatro metros treinta de papel higiénico y ciento setenta y dos ramitas casi verdes y completamente húmedas.

Aquello era más anímico que físico, la llama daba un poco de fuerza al espíritu, aunque también salía bastante vapor de nuestros pantalones y guantes muy próximos a la pequeñísima hoguera.

Alimentamos con algunas ramas de mayor calibre, que no abundaban. De esta forma se mantuvo encendido un buen rato, a pesar de los movimientos bruscos de ramas dentro de la fogata que algunos intentaban. Como el More, buscando obtener quién sabe qué objetivo.
Y con el fin del fuego -orín mediante- se terminaron algunas otras cosas, como por ejemplo la integridad del contingente. Hubo algunas discusiones, intercambio de ideas de qué hacer, hasta que en definitiva se resolvió que algunos integrantes retornaran al primer auto con las llaves de ambos, para recuperarse del frío y del sueño. Y de paso reunir ambos vehículos en el tan lejano, a esa altura, punto de llegada pactado.

Opiniones de seguir tal cual lo previsto, con Diego a la cabeza. Opiniones de cortar ya, con Franco pregonando "Diegoooo...sacame de la montaña....vamos pal' Celta, dejate de cosas...."

Opiniones intermedias, dubitativas, de Victorio y quién suscribe, en medio de los dos grupos polarizados.

Siendo las 06:00 AM aproximadamente, se vuelven cuatro: Franco, los Pablos y Jóse, uno de los tres amigos que trajo engañados Pablo Ch. mediante quién sabe qué verso. Por otro lado siguen firmes adelante Diego, Fernando, el "Cabeza I", el "Cabeza II". Victorio y Daniel -los más veteranos en edad- dudan, esperando decisiones mutuas, al final ambos se vuelcan a seguir.
Quedaríamos seis por un lado y cuatro por otro, con rumbos ahora contrarios. Ambos grupos con mapas, brújulas y sendos GPS, como último recurso que en definitiva nunca utilizamos. El que lo encendía obviamente quedaba automáticamente descalificado, suspendido y descertificado ISO por seis meses. Se llevaron solamente como emergencia y eventualmente para identificar/ratificar alguna cima de noche, ingresando las coordenadas de cada cerro a visitar, las cuales llevábamos impresas en una planilla en papel.

Pero no fueron necesarios en ningún momento, casi ni siquiera utilizamos las brújulas, el rumbo estaba bastante claro aún en la oscuridad, lo que estaba turbio era el tránsito de por dónde exactamente tomar en cada tramo que iba de una cumbre a la otra.

A los cuatro autorescatados les esperaría un pesado camino de regreso. En definitiva aparentemente no lo fue tanto, antes de las 08:00 AM ya estaban listos para transportar el Celta hacia el punto final, junto al Gol, que nos esperaba allá lejos, desde la madrugada anterior.
Mientras tanto, con un montón de dudas para alguno de nosotros, salimos en busca de la cumbre del Cerro de las Lagunitas, el cual se mostró bastante hostil, en algunas partes hubo que ayudarse con un alambrado que subía hacia la cima, el trayecto era bastante empinado y pedregoso.
Ese primer gran cerro, el primero diurno, constituía personalmente lo que Fernando Parrado vivió cuando escaló la primer montaña junto a Canessa: una incertidumbre total de lo que vería del otro lado de ésta.

Para él, resultó una interminable cadena de montañas nevadas, en vez de los verdes valles de Chile. Para nosotros, resultó una increíble sucesión de cerros enormes casi pegados, desafiantes, en vez del VW Gol abajo en la planicie, hasta con sus valizas encendidas, como saludándonos.

Esta escalada fue hecha mientras amanecía, rodeada de un escenario peculiar. No se amanece muy seguido en este tipo de entornos, por ello resultaba obligatorio mirar a los costados constantemente para no perderse todo aquello, aún a riesgo de volver rodando cerro abajo y luego tener que volver a empezar.
Alcanzamos y superamos la cumbre, filmamos, sacamos fotos y seguimos, con un viento frío lateral que se hacía sentir y comenzaba a secarnos casi por completo nuestra vestimenta castigada por la lluvia de la noche.

Luego fuimos en busca del Cerro Dos Hermanos. Lo superamos sin mucho para comentar, el terreno mejoraba sustancialmente, solo pastos, yuyos pequeños y mucha piedra chica y mediana.
Recordamos el hecho de divisar hondos valles increíbles entre los cerros y la imponencia del Cerro Tupambaé, próximo rival que aparecía allí detrás de éste, como esperándonos. "¡¡¡No me jodas que vamos a subir ése!!!"

El Tupambaé parece ser el hermano mayor de todos los cerros de la región, solamente superado por su padre, el Cerro de las Ánimas, claramente identificable a nuestro frente, al sur.

Volvimos a bajar y luego subir a una cima intermedia -la cual no aparece identificada con un nombre en el mapa- para luego ir por el Tupambaé. ¿Acaso sería el otro hermano que faltaba?
Impresionante el Tupa desde dónde se lo mire. También era impresionante divisar allá atrás los cerros ya recorridos. Parecía mentira dejarlos atrás relativamente tan rápido, sobre todo pensando en las penurias del tránsito de la noche anterior.
Ingerimos algún gel para recargar los gemelos que acusaban algo de dolor por el esfuerzo y allá fuimos, con distintos ritmos cada uno, algo separados, a coronar los cuatrocientos setenta y pico de metros, del hermano mayor, un montón de pasto, yuyos y piedras como si hubiesen sido desparramadas prolijamente desde la cumbre con un helicóptero.
Llegamos a la cima, al techo de nuestro teatro de operaciones, la vista era única, parecía que se veía casi todo el Uruguay desde allí.

Prácticamente de un lado nos llegaba el olor a coliflor desde Botnia y del otro, el olor a lobo desde el Cabo.

Más fotos, videos y observamos las curiosas formaciones rocosas (¿indígenas o alienígenas?) de la cumbre, un territorio bastante plano y reducido para semejante cerro. ¿Acaso los parientes celestiales del Vampi ya habían estado allí en glaciaciones anteriores? Fue donde más nos detuvimos, el sitio lo ameritaba. Un lugar seguramente con gran energía.

Comenzamos el descenso por el lado opuesto, como lo veníamos haciendo con los tres cerros anteriores, para ir a enfrentarnos con nuestro siguiente rival, el desconocido Cimarrón.

Allá abajo nos esperaba, con un entorno al parecer bastante más complicado, haciendo honor a su nombre. El hecho de bajar y volver a subir tuvo alguna dificultad mayor que los anteriores, hubo que hacer un rodeo, seguir los rastros del ganado allí presente, el cual parece ser bastante hábil para elegir el descenso, para luego poder comenzar a trepar nuestro último cerro.

La vista del Tupambaé a nuestra espalda era impresionante, costaba creer que estábamos allá arriba hace tan solo unos pocos minutos. Ya estábamos coronando nuestra séptima cima, tal cual lo acordado de antemano. Espectacular !!!

A diferencia del anterior, la cima del Cimarrón si bien era más baja, resultaba interminable, se extendía a lo largo, hacia el sur. Y todo está hecho por la Naturaleza con un propósito, ese cerro fue concebido así para aumentar la intriga de cómo bajarlo. Demora en mostrarte el terrible monte que lo rodea detrás, terreno que nosotros deberíamos recorrer en su totalidad para llegar al auto.

Para Diego este cerro era también desconocido, pues con Gabriel la semana pasada fueron directo del Tupambaé hacia el Cerro de la Virgen por un recorrido inconcebible, que apenas se lograba divisar desde allí en el horizonte. Una locura.

A nuestra izquierda, aparecía este cerro, el cual verdaderamente parece ser tres cerros juntos, dos menores a los costados y uno más alto al medio, con la supuesta virgen que algún día visitaremos seguramente. Y por supuesto, tendrá que ser de noche.
Antes de iniciar el descenso del Cimarrón, Diego verifica la posible posición de los autos, supuestamente ya estarían juntos. Por el momento no quisimos llamar a los demás para no despertarlos. Diego aseguraba que los autos se encuentran en un cruce de caminos muy distante de nosotros, imposible de calcular, tal vez a dos o tres kilómetros en línea recta, cerro abajo.
Estudia un poco la situación observando el entorno y nos asegura que los autos estaban precisamente allí, hecho que era imposible constatar visualmente, ese punto estaba muy lejos. Y así emprendemos el descenso, por un monte que comienza a mostrarse y complicarse, sin senderos ni trillos de ningún tipo. Tampoco era propicio para que el ganado nos hubiera abierto caminos, aunque sea de unos pocas decenas de metros, para ahorrarnos un poco de machete.

Gracias a una llamada de Victorio a Pablo, para que éste moviera su auto para adelante y para atrás, logramos distinguir un puntito negro que se movía, precisamente en el lugar pronosticado por Diego. Un lujo.

En ese momento les comentamos que ya íbamos para allí, que en un ratito estaríamos llegando, que miraran hacia el sol que nosotros bajaríamos de ese cerro, apareciendo desde allí. Y ese ratito se transformó en dos interminables horas, transitando un tupido monte donde el reloj se detuvo y la luz del sol casi desapareció. En medio de esa vegetación, no se sabía si eran las nueve de la mañana o las seis de la tarde.
Idas y vueltas, abriéndonos paso a machetazo limpio en manos de Diego o Fernando, avanzando a veces casi en cuclillas, haciendo equilibrio, quedando atrapados por zarzas, arbustos espinosos, etc.

Un alambrado que bajaba desde el cerro en diagonal, iba directamente hacia los autos. Éste fue nuestra guía permanente. El tránsito siempre fue muy dificil junto a él, este monte constituyó nuestro segundo y último gran escoyo de la aventura.

Casi al final, a punto de perecer sepultados en el olvido debajo de tanto yuyo, optamos por cruzar al otro lado del alambrado, en busca de unas rocas que sobresalían apenas de entre la maraña de arbustos. Sobre ellas debería haber menos vegetación. Y así lo fue, aunque en parte, además ahora se agregaba la complejidad de tener que bajar en escalones.
Dimos con una cañada que formaba una pequeña cascada escondida, donde aprovechamos para parar a comer algo y enfriar la cabeza, recuperar la calma y poder ver mejor por dónde íbamos a salir.

Seguimos la cañada aguas abajo cruzando a una y otra orilla, siempre intentando contactar algún sendero, en vano. Luego volvimos a cruzar nuestro alambrado guía y al final se produjo el milagro: salimos a un claro, sobre suelo ya horizontal.

Era un sueño, de allí a los autos fueron tal vez un kilómetro y medio más, pero pasó volando era un placer transitar por allí después de tanto monte. Solamente una última cañada fue la última complejidad, como despedida de la zona.

Nos rencontramos todos en los autos, algunos nos cambiamos de ropa, otros durmieron un rato sobre el propio balastro, charlamos, descansamos, tomamos algo, etc.

La aventura terminaba, Diego dormía un rato, pues luego encararía en solitario la recuperación de su campera en el lejano Cerro de la Virgen, que había extraviado la semana anterior. Nos dejó en el Peaje Solís y se volvió otra vez a los cerros con un espíritu a toda prueba.

Terminó recorriendo descalzo la cumbre. Las ampollas por esta travesía y la de la semana anterior le hicieron pasar a modalidad ojota, y luego la rotura de éstas en el barro, lo llevaron directamente a modalidad charrúa.

Fueron cuatro horas más de aventura adicional, en solitario, sin haber encontrado la famosa campera. Quedará para otra vez.

Una linda despedida nos dio ese Cerro Cimarrón, con su ladera completamente cubierta con un monte descendente, sin ningún tipo de caminos ni senderos, ni trillos de ganado, nada.
Estaría buenísimo plantearse una nueva travesía pero al revés: intentar subir ese cerro por allí mismo, por ese monte y por supuesto....."de noche"...

Recorrer esas cumbres de madrugada en orden inverso, para terminar en el maldito Cerro Cueva del Tigre en horas de la mañana, para volver a verse cara a cara con él, pero a la luz del día.

El Betete será impenetrable, obviamente se debe agravar aún más intentándolo de noche y por fuera de los caminos turísticos, pero nos quedó claro que el Cimarrón no se queda muy atrás.
Allá arriba, en la fría, ventosa y tenebrosa cumbre del Aguiar durante la madrugada, juré que ésta sería mi última "ISO MONTE", pero ahora que lo vuelvo a rememorar, me parece que el juramento se me va al c........
Imposible traerse todo lo visto en fotos o videos, mucho menos poder plasmar las experiencias y sensaciones nocturnas. Un lugar increíble, da para volver más de una vez.

La mayoría fueron tomadas por Victorio, hizo una excelente cobertura gráfica. Su rostro aparece en unas ciento ochenta y cinco fotos, con ciento ochenta y cinco paisajes diferentes de fondo.

En breve proporcionaremos también algunos videos que pudimos captar durante la etapa diurna.