Pero éso sí, siendo conciente que ésto conlleva un altísimo riesgo. No hablamos de todos los peligros detallados en el extenso deslinde de responsabilidad que firmamos, sino de algo mucho más peligroso, y es lo siguiente: luego de "correr" esta "carrera", ya nada será igual, es dificil que otra carrera nos pueda atrapar como lo hizo ésta, salvo la próxima edición, obviamente.
¿Y después de ésto, qué ? Está dificil...
Algo a tener en cuenta es que esta opinión no proviene de alguien que "si no sale a correr un día, se siente mal, se enferma". Para nada, al contrario, seguro ese día lo pasamos bárbaro.
Personalmente no siempre disfrutamos al correr, especialmente al entrenar en solitario, pero bueno, ese es otro tema triste y ahora no viene al caso traerlo a colación.
Ésta ha sido una carrera inolvidable. Una verdadera carrera de aventura por donde se la mire. Tuvo por supuesto mucho más de inolvidable y también de aventura que de carrera, al menos así lo vivimos en lo personal.
Un recorrido único, irrepetible, especialmente para los que no conocíamos la zona en detalle. Nos encontramos mil y una veces con esa Sierra, surge imponente ya al llegar al Peaje Solís, una enorme pared que se dibuja detrás.
Pasamos cientos de veces por esa portera de acceso, siempre intentando mirar hacia adentro, pero nunca nos animamos a entrar, a encarar ese sendero, seguramente con poca motivación por hacerlo con niños tal vez aún muy pequeños para ello.
Y bueno, el destino quiso que lo conociéramos de una vez y bastante en detalle. No subimos caminando como hubiera sido de esperar en el pasado, sino ahora formando parte de una carrera.
Una carrera totalmente loca y enferma. Una droga peligrosa para un aficionado del asfalto.
Un marco único para este tipo de eventos, un día que comenzó horrible, pero poco a poco se fue transformando en espectacular, pasando de 0 a 100 en un par de horas, quedando acorde con la fiesta que se comenzaba a vivir ya temprano, en un pueblo que aún no debe salir de su asombro, por la cantidad de autos y corredores que invadieron su invernal tranquilidad.
Arrancamos la carrera demasiado rápido, una vez más, sin quererlo estábamos largando al lado de Mauricio Ramírez, de Alexander, de Veleda, de todos los tigres. Y si bien ni intentamos ni por supuesto tampoco logramos en ningún momento largar al ritmo de ellos ni por unos pocos segundos, es cierto que todo el resto de la gente que venía detrás nos incentivó a llevar un paso mucho más sostenido que el que nosotros acostumbramos, especialmente considerando los 16km en total y los 10km de trayecto absolutamente misterioso de antemano.
El primer km lo arrancamos prácticamente a 4min/km, culminándolo, luego de un gran afloje, a 4:45 según el GPS. Era una locura si luego queríamos hacer el resto a 5:30, 5:40, por decir algo. Nos estábamos quemando mal, sin siquiera haber calentado 20 metros, antes de largar.
En la parte contigua a la Ruta 9, en dirección al acceso a la Sierra, ya habíamos logrado normalizar el ritmo, digamos a 5:15 ~ 5:30. Diego se alejaba cada vez más frecuentemente de nosotros, luego aminoraba o directamente paraba, para mirar atrás y esperarnos nuevamente.
Ya luego de unos cientos de metros dentro del acceso a la Sierra, se perdió para siempre en la negra hilera uniforme de casacas allá adelante.
Los primeros 3 km habían sido normales, por el borde de la Ruta 9 hasta la portera de acceso situada ya sobre la Interbalnearia. Si bien lo estábamos haciendo por pasto, barro, piedras y desniveles, el escenario era totalmente abierto, era como quien dice "el de todos los días".
Poco a poco, nuestra percepción del entorno se fue transformando en visión tubo, y no fue ni por la velocidad desplegada ni porque nos estuviéramos por desmayar, sino simplemente fue porque la vegetación nos comenzó a atrapar lentamente.
Cada vez era más reducido el sendero que, poco a poco, ganaba en inclinación y por consiguiente en ritmo cardíaco.
El pasto se transformaba en musgo, la tierra en barro, el pedregullo en piedras más grandes y las ramas en troncos de pequeños árboles caídos delante nuestro, amenazándonos dejar sin cabeza si no habían caído del todo y sin una tibia si ya reposaban casi en el suelo.
En el km 4 tomamos la cámara de la riñorera y ya fue imposible volverla a guardar. El entorno era tan distinto al de cualquier carrera ya vivida, que daban ganas de llevarse todo aquello guardado para la posteridad.
Para compartirlo con la gente que no vino, para poderlos convencer que lo hagan en la próxima, para tener esas imágenes como respaldo magnético de lo que irreversiblemente iría quedando en nuestras retinas para siempre, o al menos hasta la próxima edición.
Estuvimos subiendo durante interminables minutos, formando lentas y apretadas filas, pues el ascenso se tornaba muy dificil. Increíblemente tuvimos que parar, formando fila de a uno, sin posibilidades de poder sobrepasar pues no había por donde, con el riesgo de despeñarse hacia alguna cascada cercana o por lo menos resbalarse y terminar algo magullado.
En más de una oportunidad tuvimos que recorrer pequeñas cascadas sobre la roca, pero en sentido inverso, el agua bajaba y nosotros intentábamos subir a través de ella.
Hubo un tramo de ascenso totalmente lleno de musgo, iluminado desde su final por el sol que asomaba. El reflejo del musgo era muy curioso, parecía que estábamos subiendo por un altar de sport césped.
La constante del ascenso era mirar arriba y abajo, constantemente. Arriba para evitar los golpes de las ramas bajas en la cabeza y abajo, para ver dónde y cómo colocar los pies.
Cruzamos una infinidad de pequeños cursos de agua, con rocas muy resbalosas e irregulares. En esos tramos "técnicos" no faltaron los ruidos secos de algunos corredores golpeando contra el piso, luego de los correspondientes resbalones, los que afortunadamente, al menos en nuestro entorno, siempre llevó a risas, bromas, quejidos exagerados, etc.
"-Eh, Manuel, cuidado el pozo......"
"-Dónde ? Qué pozooooooooooooo??????!!!!"
Tuvimos que esperar más de una hora de recorrido para lograr volver a ver el cielo abierto. Si bien las subidas eran interminables, nuestro GPS corroboraba que eran pesadas más por lo dificil del ascenso que por la pendiente en sí, pues en los tramos más complicados de las cascadas la medición de altura apenas aumentaba, manteniéndose prácticamente por debajo de los 250mt.
Todas las cascadas tendrán sus nombres y/o darán nombres a los parajes característicos del lugar, los cuales por ahora aún no hemos logrado identificar. Se lo dejamos a los conocedores del lugar.
Abrutamente salimos a una parte de la Sierra cuya cima da hacia el este. Aparentemente, nosotros ascendíamos por un valle central, recostándonos hacia esta sierra, hacia la derecha, para luego recorrerla en sentido antihorario, por una especie de herradura, con sus extremos apuntando al mar, y su parte más alta sobre la parte opuesta, casi en la mitad de dicha herradura que envolvía el valle de ascenso.
Precisamente, por el otro brazo (al oeste) de esta herradura, se veían bajar los corredores a gran velocidad, mientras nosotros ascendíamos al punto más alto, mayormente caminando, hacia allí donde había una gran bandera de Salomon y un improvisado puesto de control.
El mismo estaba seguramente en la parte más alta de nuestro recorrido. Era el tramo más abierto, desde allí se veía el "pequeño" Cerro Pan de Azúcar allí debajo, la ciudad que lleva su nombre y más a lo lejos, Piriápolis, con un insignificante San Antonio al fondo.
Éso era lo más notorio. Si nos hubiéramos sentado a observar todo aquello, seguramente hubiéramos visto también Las Flores, Solís, Bella Vista, quizás hasta Punta del Este allá a lo lejos.
Alcanzamos allí en esa cima una nueva marca personal, seguramente como muchos. Para recorrer los 8.500 primeros metros, estuvimos nada menos que 1 hora 39 minutos (a esa altura, Mauricio Ramírez ya estaba tomando Gatorade en la meta y se había comido dos panchos tranquilo).
Es todo un PR, digno de las señoras que cierran la marcha en la San Felipe. Pero claro, había un pequeño detalle: en ese momento, el GPS marcaba 486 mt sobre el nivel del mar. Cabe recordar que el poblado donde iniciamos la carrera está a unos 35 mt, por lo tanto nuestra componente vertical en la trayectoria no era para nada despreciable a ese momento.
Cerca de ese puesto de control, sobresalía una formación rocosa que incluso se distingue claramente desde abajo, desde el pueblo, que seguramente debe constituir la propia cima de la Sierra.
Por allí cerca nosotros llegamos a registrar alturas cercanas a los 490 metros leyendo sobre la mano izquierda, mientras que en el Polar de la derecha, veníamos leyendo con cierta preocupación algunos picos por encima de las 170 ppm. Hmmm....(220 - edad) x 85%.....hmmmm....quedamos debiendo... aún sin siquiera aplicar el 85%....
A todo ésto, veníamos paseando hace rato una botella completa de Gatorade, la cual insólitamente llegó a la meta sin ser abierta. Qué cosa más al p....
Si no hubiéramos llevado la cámara, el molesto transmisor del Polar, el Gatorade, la riñonera con el celular y los geles, incluso la calza larga y el buzo de manga larga debajo (que por momentos sobraban y mucho), seguramente abríamos descontado algún minuto que otro, circulando mucho más aliviados y en forma más eficiente. La cámara iba casi permanentemente encendida, enfocada hacia adelante, o hacia atrás, y éso implicaba una atención especial, pues ante una caída, había que estar doblemente atento y con la mitad de las armas defensivas disponibles.
También hubiéramos mejorado en algo nuestra marca si no nos hubierámos detenido o al menos enlentecido a mirar detenidamente todo ese entorno. Pero no valía la pena cambiar todo éso por unos míseros minutos que rápidamente pasarían al olvido, a diferencia de todos los recuerdos que se llevan nuestros ojos, y también nuestros tobillos, por supuesto.
Y todo lo que sube, tiene que bajar, y así fue. Ahora resulta fácil hablar de la bajada, pero ese "premio" tan ansiado, tan esperado, pudo recién alcanzarse luego de tener que sortear un sinfín de pisos irregulares y obstáculos, barro, ramas, piedritas, piedras, piedrotas, rocas, musgo, etc.
Ahora iniciábamos una loca carrera hacia abajo, con numerosas advertencias en forma de carteles y de humanos que nos pegaban el grito alertándonos de peligros inminentes por allí adelante.
La organización 10 puntos, allá arriba y también abajo, antes y después. Había gente por todos lados, por más remotos que fueran los parajes. A qué hora habrián subido? Sacando fotos, alentando, advirtiendo, guiando, etc. Todo estuvo impecable. Reivindico a la gente de Suca y/o también a Timing Uruguay, a la cual le hemos arrojado más de un palo, a través de las carreras de la AAU.
Acá no se podía discutir nada, todo fue espectacular, el entorno ayudaba, obviamente, pero toda la infraestructura agregada por el organizador estuvo impecable. No hizo falta nada más.
Seguíamos en nuestro rápido descenso por pasto, rocas, pequeños arbustos, siempre con gran visibilidad, aún transitábamos por el filo de la Sierra, para internarnos nuevamente en ese valle de gran vegetación, barro, árboles, ramas y arbustos, numerosas rocas que formaban escalones con gran desnivel como para correr con soltura. El descenso ahora requería de gran atención en forma permanente.
Alguna roca enterrada, apenas asomando, nos hizo tropezar y golpear repetidamente el mismo dedo gordo del pie izquierdo, el dolor era muy agudo. Tal vez si llevábamos puestos unos Salomon solamente nos dolía la billetera. Pero el dolor pasó y éso fue todo nuestro trauma experimentado allá arriba.
Varios corredores volvían sangrando, frecuentemente en las piernas por raspones y rayones, incluso en la propia cara.
Otra agresión memorable fue una rama que se nos introdujo limpiamente en nuestra oreja derecha. Fue una sensación espantosa, directa al cerebro, nunca jamás experimentada. Alguien por allí preguntó: "En dónde se te metió...?...Ah, menos mal que fue allí...". El hecho de llevar la cámara encendida e intentar enfocarla hacia atrás o hacia adelante casi constantemente, no ayudaba para protegerse del entorno, al contrario.
Como íbamos en bajada y ahora no lo hacíamos atravesando las cascadas, este tramo se hizo muy rápido, aunque manteniendo siempre los riesgos de una fea caída, especialmente en el tramo intermedio, con el agravante de que íbamos casi permanentemente corriendo, y ahora lo hacíamos hacia abajo.
En grandes números, los primeros 10km los hicimos casi 2 horas y los 6km restantes en poco más de media hora. Gran diferencia. Y a ello había que quitarle los 3 km casi planos de ida y vuelta desde Cerros Azules al acceso a la Sierra.
Por lo tanto, el ascenso propiamente dicho, lo constituyeron unos 5500 metros de trayectoria, arrancando en un piso de 56mt sobre el nivel del mar y llegando a un techo de 490mt. Todo hecho en 1 hora 17 minutos. Ese fue el tramo más "técnico" de todo el circuito.
En cierta parte del trabado ascenso alguien comentó a nuestras espaldas, que el último kilómetro lo habíamos hecho en 25 minutos, era una verdadera locura, impensable fuera de ese lugar.
Y ahora, mirando el registro en el GPS, podemos ver que efectivamente fue así, incluso con algún otro km que anduvo cerca de ese tiempo también.
Volviendo a lo que fue el descenso y estando a punto de abandonar la cerrada vegetación, ya habíamos retomado nuestro camino original del ascenso, otra vez volvíamos a pasar por esos mismos puntos, pero ahora con mucho menos respeto por los obstáculos, ya casi estábamos saliendo nuevamente del predio para dirijirnos a esos 3km al costado de la Ruta 9 y el acceso al pueblo, los cuales no por ser "normales" dejaban de ser pesados, dado el esfuerzo acumulado en las piernas.
No obstante ello, ya no nos detuvimos, sobrepasando incluso a unos cuantos corredores en ese tramo. Absolutamente todo el recorrido lo hicimos con Gabriel, mano a mano, simplemente intercambiando constantemente el orden. En el único lugar que se podía transitar propiamente juntos, era precisamente sobre la Ruta. Sobre la Sierra fue prácticamente imposible circular de a dos, durante el 95% del recorrido. Y haber hecho ese último tramo ahora tirando de a dos mano a mano, fue fundamental para no parar a caminar.
Después de todo lo vivido, el orgullo no nos permitiría ya detenernos en terreno plano, luego de haber sorteado un sinfín de sorpresivos escollos, totalmente inconcebibles para un triste "corredor de calle".
Ya dentro del pueblo nos esperaban para acompañarnos primero Agustín, luego Martín y al final Diego, que había arribado a la meta unos 20 minutos antes que nosotros y ya estaba bebiendo su Gatorade.
Por primera vez, el tiempo insumido, francamente, en lo personal no nos preocupó nunca, ni antes, ni durante, ni al finalizar.
Pusimos un poco más de 2h 37min extraoficiales, no tenemos ni idea qué significa ésto, seguramente nada, solamente sabemos que demoramos bastante más de una hora que Mauricio en bajar, pero atrás nuestro todavía quedaba algo de gente. No éramos los últimos ni mucho menos.
Superadas las 4 horas de la largada, cuando nosotros ya nos retirábamos de la zona después de habernos cambiado y almorzado algo, dimos una vuelta y pasamos con el auto nuevamente por la portera del acceso a la Sierra, donde un guía nos dijo que aún quedaban 3 ó 4 corredores por descender. Una locura.
Para acceder a las fotos propias del evento, hacer click aquí.
A continuación puede visualizarse una recopilación de pequeños videos de toda la travesía (Advertencia al espectador: este video contiene pasajes que pueden provocar náuseas y mareos, la cámara se mueve en forma espantosa).